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Los 10 lugares favoritos de... Mario Irarrázabal: “Siempre he sentido a la gente humilde como valiosa”

El escultor chileno habla sobre su niñez en la casa de sus abuelos en el centro de Santiago, la prisión durante la dictadura y de su vivienda en Peñalolén: “Antes la población se llamaba ‘El Progreso’, aunque no tenía calles, luz eléctrica ni locomoción”

Mario Irarrázabal y su escultura 'La Mano del Desierto'.
Maolis Castro

La casa de los abuelos en Santiago. Eduardo Covarrubias, mi abuelo, fue un senador y terrateniente. Él tenía una casa patronal, inimaginablemente hermosa, donde nací en 1940. Por aquella época uno nacía en las casas, no se solía ir a los hospitales para el parto. Cinco familias vivíamos en esa casa, donde jugaba con mis primos y en esos momentos el mundo exterior no existía para nosotros. (Se localizó entre las calles Catedral con Teatinos de Santiago).

La colección de esculturas de Mario Irarrázabal en su taller en Chile, el 11 de junio de 2025.

La vivienda de los padres en Providencia. Mi papá fue un diplomático al que le gustaba tirar pinta (presumir). Construyó una casa muy pretenciosa, con una piscina y otros lujos que no tenían ninguna de las viviendas de mis amigos. Partí de ahí hacia el exterior para estudiar: Estados Unidos, Italia y Alemania. En todo ese tránsito decidí hacer esculturas porque necesitaba decir algo sobre la realidad. (Eliodoro Yáñez con Marchant Pereira, en Providencia).

Londres 38. Puede ser contradictorio que lo que fue una casa de pesadilla, de tortura, sea mencionada entre mis 10 lugares, pero soy irador de Mahatma Gandhi y de Pepe Mujica. Este último decía que “no se puede vivir en la vida cultivando el rencor”, porque destruyes tu propia vida. Cuando estuve arrestado en Londres 38, un sitio espantoso, también descubrí que siempre había alguien solidario. Mis compañeros de prisión y yo debíamos ser casi psicólogos, darnos contención emocional y nació un profundo cariño entre nosotros. Era irónico, porque quién dirá que la cárcel también fue su casa. (Calle Londres 40, Santiago).

El centro de la cancha del Estadio Víctor Jara.

Estadio Víctor Jara. Después de Londres 38 fui llevado allí. Todos los que estábamos arrestados éramos solidarios entre sí. Hice buenos amigos, me sentía con la misión de enseñarles inglés y arte. Fuimos declarados prisioneros de guerra, lo que nos colocó al alero de la Cruz Roja y los guardias no se podían meter directamente con nosotros. Insisto, mi hogar fue la solidaridad de mis compañeros en estos sitios de espanto. (Arturo Godoy 2750, Santiago).

Casa Hogar de Cristo en Maipú. No sabía dónde vivir cuando fui liberado, porque tenía mucha distancia con mi familia debido a que muchos de mis hermanos eran muy de derecha y no entendían mis inquietudes. Mi papá era embajador de Pinochet en Bonn. Entonces, un amigo jesuita me convidó a vivir en una casa de madera, del Hogar de Cristo, con los sacerdotes José Aldunate, Gonzalo Aguirre e Ignacio Vergara, unos personajes muy valientes y simpáticos. Estaba feliz porque no quería traicionar mis ideales y, además, conocí a la que sería mi futura esposa y la madre de mis hijos. Pero esta casa constaba de dos partes y en una había personas escondidas para ser llevadas a embajadas y así pedir asilo político. Yo, al principio, no tenía idea, pero esa situación era una dinamita y como quería estar tranquilo, decidí mudarme. Luego esa casa fue allanada, y yo no estaba allí. Creo que no existe, quedaba cerca de la fábrica de CIC de Maipú. (Villa México, en Maipú).

La casa propia en Peñalolén. Mi papá nos ofreció a todos sus hijos una casa en Los Dominicos, con unos espacios enormes, y casi se murió porque le dije que quería vivir en una población popular. Mi esposa y yo vivimos, al principio, en una casa de adobe, arrendada. Pero cuando nació nuestra primera hija –en los años 80– construimos una casa de madera, que tenía una sola pieza. Nos sentíamos felices, porque era un hogar congruente con nuestros ideales: siempre he sentido a la gente humilde como valiosa. Lo irónico es que estaba en una población llamada El Progreso, aunque no tenía calles, luz eléctrica ni locomoción. Al frente teníamos un fundo y las vacas se metían dentro de nuestra casa. Hoy, ya no lleva el nombre de El Progreso y ha cambiado mucho. Pero mi vivienda sigue estando acá. También, ahora, tengo un taller y un jardín que se llenó de vida con mis nietos. (Entre Arrieta y Grecia, en Peñalolén).

Mario Irarrázabal, junto a sus esculturas en su taller, en junio de 2025.

Cerro Abanico. Hace unos años hacía mucho montañismo, y subía hasta el Abanico, que está cerca de mi casa. Era como mi patio de atrás. No solo eso, también subía al Cajón del Maipo y a Farellones. Esos paseos siempre me recordaron que la naturaleza es como mi hogar. (Ubicado en la Sierra de Ramón, al este de Santiago, en Peñalolén).

La Mano del Desierto. La Mano del Desierto es mi obra mejor lograda. Fue hecha por ingenieros que consiguieron aportes voluntarios y trabajaron con la mejor voluntad del mundo. Casi fue una cuestión lúdica, porque no había plata de por medio. Todo fue totalmente gratuito y hermoso. No quería que llevara el nombre de una empresa o una interpretación política, sino que se gozara del desierto. (Localizada a un costado de la ruta 5 Panamericana Norte, kilómetro 1.310, región de Antofagasta).

Día de los Patrimonios 2025

El Museo Nacional de Bellas Artes. En 2009 se hizo una gran retrospectiva de mis obras en el museo. Fueron unas 100.000 personas. Sentí que se produjo una relación con los asistentes. Iba todos los días –durante tres meses– y me dio la impresión de que no iban a ver las esculturas, sino a enfrentarse con la historia de Chile. Conversaba con los visitantes, compartíamos experiencias. (José Miguel de la Barra 650, Santiago).

Parque de las Esculturas. Hay grandes obras y es un sitio hermoso. Hace unos meses fue inaugurada mi escultura la Mano Abierta. La regalé, porque tengo esa manía que todo lo quiero dar porque siento que todo lo recibido es un regalo y lo quiero devolver. Muchas veces vendo piezas a los clientes y con ese dinero hago otras obras. (Avenida Santa María 2205, Providencia).

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Sobre la firma

Maolis Castro
Es periodista de EL PAÍS en Chile desde 2024, antes estuvo en el medio económico Bloomberg Línea. Trabajó para EL PAÍS desde Venezuela entre 2016 y 2019. También estuvo en el portal de periodismo de investigación Armando.info y El Nacional. Ha colaborado para medios como Pulso (Chile), The Wall Street Journal y ABC (España).
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