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Lorca de aventuras por Manhattan: el poeta protagoniza su primer videojuego

‘Aurora [Down Poet]’, basado en el poemario ‘Poeta en Nueva York’, navega en la ‘lorcamanía’ para llevar al granadino a las manos de nuevos públicos

Imagen de 'Aurora [Down Poet]', el primer videojuego sobre Federico García Lorca.
Rodrigo Naredo

Y ahí lo vemos tan campante, dando brinquitos por los tejados de rascacielos neoyorquinos o saltando entre barriles que flotan en las verduzcas aguas de las cloacas de Manhattan. Enfundado en su traje rojo, con la pajarita al cuello. A Federico García Lorca lo han llevado a todas partes, han reeditado su obra y repuesto sus textos teatrales, pero también lo han sacado de sus letras y han creado nuevos productos basados en su existencia. De películas a exposiciones de arte, pasando por novelas o hasta camisetas y bolsos. Pero había una aventura que le faltaba para entrarle de lleno al siglo XXI: protagonizar un videojuego. Ahora lo hace por primera vez. Se llama Aurora [Down poet], está basado en el poemario Poeta en Nueva York y quien lo juegue podrá manejar al poeta granadino mientras supera diversas pruebas en su aventura en la gran manzana.

¿Y qué hace Lorca en la pantalla? ¿Va cogiendo monedas como si fuera Mario? En realidad no. El juego —que puede ya comprarse por cinco euros en Steam— fue creado por Yellow Jacket, un estudio andaluz que pretende crear productos que, sin ser didácticos, acerquen a nuevos públicos a la cultura. Según explica Jesús Torres, su creador, se divide en 10 niveles, cada uno basado en el “mundo onírico y simbólico” de 10 de los textos del poemario surrealista, en el que se acompaña a Lorca en el viaje que hizo a Nueva York en 1929. La misión principal es recomponer la máquina de escribir del poeta —aunque Lorca escribía a mano— al tiempo que se descubre la ciudad a través de sus letras. Por ejemplo, en New York (oficina y denuncia), Lorca escribe: “Debajo de las multiplicaciones / hay una gota de sangre de pato; debajo de las divisiones / hay una gota de sangre de marinero; debajo de las sumas, un río de sangre tierna”, denunciando, entre otras cosas, la deshumanización del mundo capitalista. Torres y su equipo lo traducen en “un laberinto [literalmente] burocrático en el que Lorca tiene que conseguir sellar diferentes documentos para poder conseguir dinero”. En otro, Son de negros en Cuba, el personaje debe entrar a un bar clandestino mientras una canción “le va contando a Federico el orden de unas puertas que tiene que abrir para escapar de la policía”. Y así otros ocho, con una última misión en la que el granadino termina de reunir las teclas, “simbólicamente encuentra su verdadero yo” y finalmente “logra cruzar el puente de Brooklyn, saliendo de la ciudad”, sigue el creador.

García Lorca llegó a Nueva York en junio 1929, poco antes del crack bursátil, y encontró en ella un mundo distinto de enormes edificios que lo hacían sentir “asesinado por el cielo”, de ley seca, pero también de música, de cine, de Harlem. Todo eso se cuela en las letras que inspiran el videojuego. El encargado de darle una vida visual a esa ciudad moldeada en la mente del poeta fue Carlos Brayda. “Es una tarea titánica. Traducir una de las grandes obras de la literatura en imágenes”, cuenta. Su principal consigna fue, explica, “no competir con Lorca en el campo del surrealismo”.

Imagen de 'Aurora [Down Poet]', el primer videojuego sobre Federico García Lorca.

“En Poeta en Nueva York hay muchísimas imágenes, cada cual más potente que la anterior. Yo me he quedado con la emoción que me transmiten”, sigue. Eso sí, del texto que abre el juego —y que le da nombre—, La aurora, surge una traducción “literal” a imágenes que sirve “como compendio de toda la línea de ilustraciones que sigue el juego”. La aurora de Nueva York que, escribió Lorca, “tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas”, se puede ver en la pantalla, traducida casi literalmente, con una estética un tanto expresionista. “Esa primera y otra imagen sí son surrealismo puro, pero para el resto opté por un realismo más expresionista y emocional”, cuenta el diseñador gráfico. El resultado es una Nueva York de absolutos. O todo o nada, o blanco o negro. “Una especie de cárcel con barrotes con una hormiga paseando por un cementerio con los rascacielos siendo lápidas inmensas”, explica Brayda.

El ‘boom’ de Lorca

“Nos van a dar palos por todos lados”, bromea Torres. El desfogue creativo del que sale la aventura pixelada de Lorca en Nueva York fue la manera que encontró de transmitir su pasión —como la de tantos otros— por el granadino. “Lorca me salvó la vida. Descubrí en él un referente cuando no había ninguno, era un espejo en el que podía reflejarme y con él entendí que había muchas formas de ser y de amar”, explica. Pero su producto es uno más de los cientos que, sobre todo desde 2017, cuando la obra del poeta empezó a ser de dominio público, se han creado en torno a su figura.

Una lorcamanía que difunde su obra, pero que ha convertido al poeta, además de en una pasión, en un negocio. Torres es el primero que se atreve a introducir al autor en el mundo de los videojuegos. “Eso es lo más complejo en este trabajo. Cuesta trabajo comunicar esto al público videogame, y al público más de literatura comunicar que hemos hecho un videojuego sobre Lorca. El problema es que creo que pueden creer que hemos banalizado la figura de Federico”, cuenta. Pero su trabajo, asegura, está hecho “con el máximo respeto y el máximo conocimiento” y no tiene ninguna pretensión comercial. “De hecho”, sigue Torres, “esa lorcamanía lo que hace es soplar en contra porque hay una saturación en el mercado, pero la poesía es de todos y los agentes culturales tenemos la responsabilidad de poder promulgar esa palabra. Teníamos que hacer este juego”. Su única intención es que el “jugador descubra el lenguaje poético y surrealista del poeta y decida comprarse el libro”.

A pesar de todo, como bien vaticinaba el creador, el juego no deja de generar suspicacia. “Me cuesta imaginar a Lorca como un personaje de videojuego, de aventura”, explica Víctor Fernández, periodista, investigador y editor lorqueano, “sobre todo en esa etapa de su vida. Él cuando viaja no está en su mejor estado de ánimo, no va por aventuras, llega tratando de superar una represión tanto personal como artística”. Al experto en la obra del poeta también le causan desconcierto las licencias creativas que toman los creadores, como la de la máquina de escribir inexistente o la del poeta “logrando dejar Nueva York”, como misión cumplida: “No sé si el premio para él era más bien quedarse. Él vio ahí un mundo abierto, encontró el cine, el jazz…Si nos inventamos cosas… no sé. Hay muchas películas, por ejemplo, que no me gustan por estas licencias, porque tergiversan los hechos”.

Pero Fernández, que no ha probado el juego —“Me quede con Tomb Raider hace años”, aclara—, prefiere no juzgarlo antes de tiempo y reconoce que, aunque los textos de Poeta en Nueva York son “muy, muy, muy difíciles de ilustrar”, el propio Lorca quería hacerlo. “Es decir, también fueron hechos para contemplarse con imágenes”, cuenta. Esa lorcamanía sobre la que cabalga Auroa, aunque a juicio del experto puede restar calidad a los productos del poeta por la falta de rigor, también puede ayudar a difundir la obra: “Hace falta divulgación. Que se salga de lo de siempre y que se busquen lecturas modernas que sean atractivas, que se acerquen a la gente. Si esto sirve para que del teclado del ordenador o del joystick de la Playstation luego se pase al libro, bendito sea. Ojalá sirva para eso”.

Lorca vive ahora, bien o mal, en un mundo paralelo al de las lecturas obligatorias o los exámenes de selectividad, ambientes habituales de los clásicos. El Lorca del siglo XXI, a casi 90 años de su fusilamiento, se pasea por el metro en bolsas con la compra, en las hojas coloridas de algunos cómics o pegando saltos en los virtuales tejados neoyorkinos. “Yo veo con envidia cómo es muy difícil irte de Londres sin comprarte un souvenir de Shakespeare. ¿Por qué en España somos incapaces de llevar la cultura pop a nuestros literatos? ¿Por qué no hacemos una marca España como otros sí lo han hecho con sus personajes?”, reflexiona Torres. Federico, como lo llaman ahora, va camino de serlo. ¿Dónde quedarán sus letras al final de la misión? Está por verse.

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Sobre la firma

Rodrigo Naredo
De Querétaro, México. Ahora en la sección de Cultura. Trabajó como productor y locutor de radio en medios de su ciudad natal. Graduado en Comunicación y Medios Digitales, con una especialización en Dirección y Producción Cinematográfica. Actor de teatro en más de una veintena de producciones en su país. Cursa el máster de periodismo UAM-EL PAÍS.
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