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El lujo aterriza en Arganzuela y los vecinos hacen la regla de tres: lo que valía 200.000, pasará del millón

Tres promotoras del barrio de Salamanca desembarcan en el distrito obrero con modelos de negocio para atraer clientes ricos

Nueva construcción de un edificio de lujo en la calle Tarragona de Arganzuela.
David Expósito

La mujer se asomaba a su terraza —de 70 metros cuadrados— y, cuando observaba la acera de enfrente, donde otros veían una escombrera incómoda y abandonada, ella imaginaba cosas mucho más grandes. Certificó sus presagios el día que un operario con casco de obra se subió a una escalera y colocó una gran fotografía, un póster futurista, con la imagen del edificio opulento, moderno y lleno de luz que ocuparía el solar de la calle Tarragona 1, en el distrito de Arganzuela. Tarragona 1 se había pasado años siendo nada más que una vieja y fea fachada sin puertas ni ventanas cuyo interior era una especie de nave baja que estaba en desuso. “Cuando la mujer vio que se derribaba, empezó a relamerse”, cuenta Andrés Jiménez, de 35 años, un agente inmobiliario de una de las agencias más conocidas del barrio.

Al principio no trascendieron demasiados detalles del proyecto que estaba en marcha. “Obra nueva y muchas plantas”, se limitaba a decirle Jiménez a la señora, que quería vender su casa. Pero cuando la imagen quedó expuesta en un lateral del edificio contiguo al de Tarragona 1 y la señora se enteró de que serían un total de ocho alturas con pisos de dos o tres habitaciones y un precio mínimo de 699.000 euros, entonces ella “elaboró una regla de tres como las que te enseñan en el colegio”: el metro cuadrado costaba más de 10.000 euros, por lo que su piso, de 140 metros, debería venderlo por 1,8 millones, el más caro de todo el distrito, ya que en el portal inmobiliario Idealista el valor más alto está en los 1,7 millones por un ático de la calle Ferrocarril. Sería el negocio de su vida: una rentabilidad sin igual para alguien de clase media como ella que ha pasado toda su vida trabajando y que en su momento no pagó más de 200.000 euros por ese inmueble.

—¿Y su piso vale 1,8 millones de euros?

—Claro que no. Pero es que el que van a construir enfrente, de 50 metros, tampoco puede ser que cueste 699.000 euros. Ahí está el problema, que hacen que parezca real lo que no lo es. Todos estos edificios de obra nueva que van a imitar aquí proyectos de las zonas ricas de Madrid están rompiendo con cualquier regla del mercado que aún quedara vigente. Traen precios del barrio Salamanca a un sitio que sigue siendo obrero, que no está preparado, y que no sabe cómo reaccionar al lujo. Nosotros tenemos que convencer a los vecinos de que sus casas no valen lo que ellos se piensan que valen.

El edificio que será remodelado en el Paseo de Santa María de la Cabeza 60.

Hay un enclave en Arganzuela, concretamente en la esquina del Paseo de Santa María de la Cabeza con la calle Tarragona, que es el paradigma de esta nueva tendencia. En apenas 100 metros pueden distinguirse tres bloques adquiridos por diferentes promotoras que se publicitan como futuras viviendas de lujo y que se venderán a precios nunca vistos. Tarragona 1 y 5, además de Paseo de Santa María de la Cabeza 60 son los puntos concretos. Este último era una antigua corrala de los años 30 con una fachada neomudéjar protegida y que a priori se conservará. En los bajos, donde hasta ahora había un restaurante chino y otro mexicano, habrá viviendas, y las dos plantas superiores serán ampliadas con cinco alturas más. En la cumbre, una piscina y un ático de 111 metros que costará 1,47 millones. Esa misma empresa es propietaria de otros edificios emblemáticos como Serrano 92 o Campoamor 4 en el barrio de Justicia, donde ha aplicado modelos de negocio parecidos.

“Por el precio que cuestan en las zonas ricas dos o tres viviendas buenas, aquí te compras un edificio. Si te fijas son todos de dos plantas como máximo, por lo que es aún más barato, y luego ellos lo elevarán muchos pisos más”, señala Jiménez. “El premio gordo es encontrar bloques de renta antigua —con un único dueño—, u otros que están abandonados, donde te evitas tener que echar a la gente que vive. Arganzuela está experimentando ya este tipo de inversiones que ponen el metro cuadrado a más de 10.000 euros. No son suposiciones, es una realidad”, añade Jiménez. En estos momentos, ese precio estaría incluso por encima del valor máximo del metro cuadrado en la capital: 9.687 euros en el barrio Salamanca para pisos de segunda mano. También duplicaría casi los 5.669 que cuesta en Arganzuela —cifra que está en su máximo histórico—. “La rentabilidad puede ser de más de 300.000 euros por vivienda. Una reforma estándar puede estar en los 100.000 euros y los pisos les pueden salir de media por unos 250.000 dependiendo del tamaño. Si lo vendes a 600.000 euros… echa tú mismo las cuentas. Es una brutalidad. Lo peor es que está todo vendido, el negocio es redondo”, apunta Jiménez. “Es bueno que se rehabiliten las casas y se amplíen edificios, la clave es a qué costo”, finaliza.

Otro de los edificios que serán reconstruidos en la calle Tarragona de Arganzuela.

“Será el barrio el que se adapte a los ricos, no los ricos al barrio”

Estíbaliz Parra, de 43 años, baja el volumen del clásico mexicano Volver, volver de Vicente Fernández en el restaurante de burritos donde trabaja casi al final del Paseo de Santa María de la Cabeza -en el número 86- para contar su historia. Llevan ahí desde septiembre. Su antigua ubicación, en la que se hicieron famosos en Arganzuela, estaba en el número 60 de la misma calle mencionada anteriormente. La venta del edificio les obligó a buscar otro local. Estíbaliz, además, vivía en uno de los pisos de la segunda planta. El dueño de Santa María de la Cabeza 60 era un español de mediana edad cuya familia era propietaria de varios bloques más por la zona.

“Los rumores aparecieron cuando nos enteramos que había vendido ya otro que también era suyo en la calle Palos de la Frontera, muy cerca del nuestro. En ese momento los contratos de renovación eran cada vez por menos tiempo, ya se olía el asunto”, recuerda. Una vez la operación se cerró se notificó a los vecinos la fecha límite para marcharse: julio de 2024. Dependiendo de las distintas situaciones contractuales de los inquilinos cada uno recibió una oferta distinta por parte de la promotora. “No se dio tiempo para la reflexión, era acatar o acatar. Algunos se resistieron, claro. Abandonar esas casas significaba salir a un mercado donde lo mismo que teníamos costaba ya el doble de lo que nosotros pagábamos. A excepción de dos o tres, el resto cruzaron el río hacia Villaverde, Carabanchel o Vallecas. Ha sido un éxodo. No es solo que pierdes en dinero, sino que pierdes el confort de tener una buena ubicación”, reflexiona la mujer.

Los burritos que Estíbaliz prepara en la cocina todavía no han llegado a la boca de sus futuros vecinos. “Aún no han llegado, pero cuando lo hagan esto será distinto, es imposible que no lo sea”, vaticina la mujer. “Van a venir ricos que van a exigir productos de ricos y servicios de ricos. Demandarán unas prestaciones que el barrio no tiene. Entonces, ¿qué pasará? En lugar de adaptarse el rico al barrio, será el barrio quien se adapte a él. El que paga manda”, sentencia. Primero tienen que aterrizar las personas, después lo hará todo lo demás.

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Sobre la firma

David Expósito
En EL PAÍS desde 2018. Su trabajo está centrado en la crónica y el reportaje local para la sección de Madrid, donde ejerce como fotógrafo y redactor. Anteriormente, también ha sido editor gráfico en la sección de Fotografía y en Suplementos. Es coautor del libro 'Utopías urbanísticas. 44 paseos por las colonias de Madrid'.
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