Vida nueva, viejas prácticas para las sudanesas en Egipto: la mutilación genital femenina cruza fronteras
La preocupación por el estigma social y la conducta sexual de las hijas en el país de acogida puede mantener la mutilación, según un nuevo estudio de las ONG Equality Now y Tadwein, que esperan sin embargo que el temor a la deportación contribuya a reducir la práctica


Desde que estalló la guerra de Sudán, en abril de 2023, 1,5 millones de personas han huido hacia Egipto buscando refugio. Este éxodo conlleva replantearse las prioridades en un momento en que lo que cuenta es sobrevivir. Y una de las tradiciones que se sopesa y cuestiona es la mutilación genital de las jóvenes, una violación de los derechos humanos, considerada ilegal en Egipto y en Sudán, pese a que ambos cuentan con unas de las tasas más elevadas del mundo.
La mutilación genital femenina se perpetra en decenas de países, a menudo como rito previo al paso a la adultez y al matrimonio, y la ONU calcula que afecta a más de 230 millones de mujeres y niñas, dos terceras partes de ellas en África. Las últimas encuestas de Unicef revelan que, en Sudán, el 86% de mujeres de 15 a 49 años habían sido mutiladas en 2014, un porcentaje casi idéntico al de Egipto en 2022.
Recientemente, las ONG Equality Now y Tadwein, enfocadas a la protección y promoción de los derechos de las mujeres y niñas, realizaron un estudio entre refugiados sudaneses en El Cairo para intentar saber cómo la huida y la exposición a un entorno cultural y social nuevo influyen en la percepción de la mutilación genital femenina. La conclusión es que existen circunstancias que pueden hacer que esta práctica retroceda, debido a la transformación de los lazos familiares y sociales, a la pobreza o al miedo a verse señalados en su país de acogida.
Para Naglaa Sarhan, la asesora regional de igualdad de género en Equality Now, fue llamativo encontrar contradicciones dentro de la propia comunidad sudanesa. “Algunos creen que, debido a la migración, abandonarán la práctica en Egipto; mientras que otros dijeron que el hecho de que en Egipto los migrantes sudaneses hayan construido una comunidad cerrada, un pequeño Sudán, [fomentará] la continuación de la práctica”, explica.
Decisiones complejas
En Egipto y en Sudán, la mutilación genital femenina está íntimamente asociada a ideales de pureza, modestia y control de la sexualidad, y hay muchos que la perciben como una práctica ligada a su identidad, cultura y posición social. Las mujeres con un mayor nivel educativo y económico, y las más jóvenes y las que arrastran experiencias dolorosas por los daños que les ha provocado, son las más propensas a rechazarla, para ella o para las mujeres que las rodean, independientemente de la religión. Es evidente que la decisión de mutilar a una niña no es personal, sino colectiva y se ve influenciada por redes familiares y sociales.
La insistencia en los peligros que entraña la mutilación genital no ha conducido necesariamente a su abandono sino, también, a su medicalización
Los sudaneses en Egipto no viven en campos de desplazados sino con la población, pero muchos se han concentrado en determinados barrios creando pequeños ‘Sudanes’, donde el estudio revela que la preocupación por el estigma social y la conducta sexual de las hijas en otro país podrían favorecer mantener la mutilación.
Sin embargo, también existen factores que podrían empujar en sentido opuesto. Por ejemplo, las mujeres de la familia de más edad tienen un gran peso en la decisión de mutilar a las pequeñas, pero una parte de ellas se han quedado en Sudán, lo que podría reducir la presión sobre las jóvenes. Las dificultades económicas de la mayoría de refugiados y la necesidad de centrar buena parte de su atención a necesidades más básicas, también podría llevar a su interrupción o, al menos, a su retraso. El estudio de Equality Now y Tadwein destaca por ejemplo que en los últimos años los sudaneses están mutilando a las niñas más tarde, a partir de los 10 años.
“[Ahora mismo] no tienen necesariamente el estatus económico y social que tenían en su país de origen”, constata Sarhan, de Equality Now. “Por lo tanto, esto afecta a las prioridades de sus necesidades y, por ende, para las familias sudanesas, la mutilación genital femenina puede que no sea percibida como una prioridad en tiempos de conflicto y de penuria” agrega.
Sarhan menciona que la presencia limitada de comadronas sudanesas en Egipto, que son quienes practican la mutilación, es otro factor que podría estar conduciendo a las familias a demorar esta decisión. “El estancamiento y el aislamiento de la comunidad sudanesa, que ha construido un Sudán más pequeño en Egipto, ha hecho que sean reacios a buscar ayuda, apoyo o consejo de sus [vecinos] egipcios”, señala.
Al mismo tiempo, la desprotección legal en la que se encuentran los refugiados sudaneses en Egipto, de donde miles han sido detenidos y deportados incluso estando registrados, provoca que muchos adopten una actitud cautelosa a la hora de retomar prácticas como la mutilación, que también está prohibida en su país de acogida. “Algunos saben que está penalizada y no quieren arriesgarse a ir a un centro donde los descubran y los deporten”, explica Sarhan.
Hay que dirigirse también a las comadronas sudanesas, porque quienes busquen ayuda para realizar la mutilación genital a sus hijas lo harán acudiendo a ellasYosra Mohamed, Tadwein
Énfasis en la educación
Maysoun Mohamed, una sudanesa de 39 años, vive en Egipto desde 2017, antes del inicio de la guerra, y desde entonces trabaja en proyectos de concienciación sobre la mutilación genital femenina con comunidades de migrantes. “[Cuando llegué] empecé a hacer un seguimiento de los problemas y retos para los que niños y padres necesitaban apoyo y concienciación, y entre ellos figuraban todo tipo de violencias, incluida la mutilación genital femenina”, recuerda. La activista sudanesa fundó entonces un centro educativo, y empezó a colaborar con otras organizaciones involucradas en esta lucha.
Para ella, una de las formas más efectivas para abordar esta cuestión es mediante talleres de legalidad y salud de calidad, sobre todo para comunidades con un nivel educativo básico, entre quienes más prevalecen estas costumbres. “En ocasiones invitamos a sacerdotes cristianos y a clérigos musulmanes para los que solo escuchan afirmaciones religiosas, que suele ocurrir más entre comunidades analfabetas y alejadas de las zonas urbanas”, expresa.
La activista sudanesa considera asimismo que se tiene que colaborar estrechamente con las autoridades egipcias para que las intervenciones sean más efectivas. Y llama a concentrarse en primera instancia en zonas donde la continuación de la mutilación genital es más común, como Asuán, en la frontera con Sudán y donde permanecen muchos refugiados que conocían el lugar o que no disponen de más recursos para instalarse más al norte, incluido El Cairo.
Yosra Mohamed, una de las autoras de Tadwein, juzga crucial este tipo de intervenciones entre los sudaneses. “Si [los refugiados llegados a Egipto] acaban practicando la mutilación genital femenina será dentro de estas comunidades sudanesas más pequeñas que han formado”, nota. “Y hay que dirigirse también a las comadronas sudanesas, porque quienes busquen ayuda para realizar la mutilación genital a sus hijas lo harán acudiendo a ellas”, sentencia.
Es un “momento crucial”, antes de que las familias sudanesas se asienten y “empiecen a buscar ayuda o las formas de seguir practicándola”, insiste Yosra Mohamed. “Cuando se establezcan y entren en o con familias egipcias, las dos comunidades hablarán de sus experiencias, se producirá un intercambio de información y no sabemos qué podrá ocurrir”, advierte.
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